"Cuando se hace la historia de un animal, es inútil e imposible tratar de elegir entre el oficio del naturalista y el del compilador: es necesario recoger en una única forma del saber todo lo que ha sido visto y oído, todo lo que ha sido relatado por la naturaleza o por los hombres, por el lenguaje del mundo, de las tradiciones o de los poetas".

Michel Foucault-Las palabras y las cosas


sábado, 28 de enero de 2012

EL CASO DEL CARPINTERO CAMPESTRE (Colaptes campestris): DARWIN VERSUS HUDSON


“El bosque comenzó a iluminarse de anaranjada luz; y a esta señal, que revelaba la aproximación de la noche; el ipecú dejó de golpear en los troncos...”

Hyalmar Blixen - Los Iporas


     El Carpintero Campestre fue descripto por el notable naturalista Felix de Azara en 1802. El ave era conocida por los guaraníes como: ihpeku-ñú,  de ihpeku, pájaro carpintero, y ñu, campo. Azara, sin embargo prefirió el nombre español:  “aunque parezca que este nombre repugna a todo Carpintero, ningún otro puede caracterizar mejor al presente; porque jamás se interna en bosques, ni corre troncos, ni hace caso de sus gusanos, y buscan su alimento en los prados y campos limpios, corriéndolos a pasos frecuentes y no torpes; para lo cual tiene las piernas más largas que los otros”.

     Azara agrega que come lombrices e insectos en la grama y que cuando los hormigueros están húmedos (suponemos que habla de los tacurúes ablandados por las lluvias) los picotea para comer hormigas y sus huevos (larvas). Y aclara: “No por esto dexa de posarse en árboles gruesos o delgados, en los troncos, ramas y piedras, ya estén horizontales o verticales, y ya con el cuerpo trepado, o como el común de los páxaros [esto es atravesado]”.
Como veremos,  estas observaciones de Azara tienen importancia en la polémica del título.

     En base a esa descripción Vieillot le dio el nombre latino de Colaptes campestris  respetando así el nombre dado por el naturalista aragonés, de quien copió los datos principales.

     Aprovechando esta información, Charles Darwin introdujo al Carpintero Campestre en su obra más importante, “El origen de las Especies”. Y no con un motivo menor. En el capítulo VI, trata de las dificultades que enfrentaba su teoría para “cerrar”. Señalaba allí que en la Naturaleza hay ejemplos  de individuos de una especie que pueden mostrar hábitos bastante diferentes de los demás y que ocasionalmente darían origen a nuevas especies. Y ejemplifica con el caso del carpintero: “En las llanuras del Plata, donde no crece ni un árbol, hay un pájaro carpintero, que en cada parte de su organización, aún en su color, en el áspero tono de su voz, y su vuelo ondulante, me indica en forma directa que está relacionado estrechamente con nuestra especie común; sin embargo ¡es un carpintero que nunca trepa a un árbol !” (Darwin, Ch. -  The origin of species... 1st. edition. 1859).

     El ejemplo le venía como anillo al dedo para mostrar que gracias a la variación de su comportamiento, algunos individuos podían sobrevivir en un ambiente inusual, en este caso el pastizal,  y quizás dar origen a una nueva especie. Pero para presentar este ejemplo parecería que Darwin había forzado un poco las cosas omitiendo que en realidad el ave sí trepaba a veces a los árboles y suponemos que la omisión  pudo haber sido intencional porque él conocía bien al ave en su ambiente natural. En efecto, en The zoology of the voyage of H. M. S. Beagle (1841) relata que  había obtenido especímenes en la Banda Oriental y en Buenos Aires, y señalaba, por una parte,  que “la cola de este carpintero terrestre parece poco utilizada”, refiriéndose a que no tenía el desgaste propio de los demás carpinteros que usan la cola de apoyo para trepar troncos, lo que convenía a su argumento. Pero a continuación dice que  “se posan en la rama de un árbol, horizontalmente, a la manera de los pájaros comunes; pero ocasionalmente los he visto trepando en posición vertical en un poste”. Y este detalle que también había dado Azara es lo que parece haber omitido en “El origen . . .” para beneficio de su teoría.

     William Henry Hudson, un observador tan perspicaz como Darwin, no dejó pasar por alto el error del zoólogo inglés. En su segunda carta sobre la ornitología de Buenos Aires, dirigida al secretario de la Zoological Society de Londres, Philip Lutley Sclater,  (Proceedings of the Zoological Society, 24 feb 1870, p. 112) dice: “El Carpintero de las Pampas (Colaptes campestris), del que el Sr. Darwin ha dicho tan infortunadamente:—'Es un Carpintero que nunca trepa a un árbol' (Origin of Species, p. 165)”.



Dibujo de Salvador Magno

     Y amplía en la tercera carta (Proceedings of the Zoological Society, 24 mar 1870, p. 158):  “La cuarta especie es el ‘Carpintero’, más ampliamente distribuido y mejor conocido que los otros miembros del género al que pertenece, y también de gran interés en referencia al erróneo relato de sus costumbres en la obra del Sr. Darwin, lo que lo hace digno de particular atención. A pesar de lo muy observador que pueda ser un naturalista, [el manuscrito dice “este naturalista” refiriéndose exclusivamente a Darwin, lo que fue atenuado por Sclater con la generalización] no es posible para él saber mucho de una especie con sólo ver quizás uno o dos ejemplares en el curso de una rápida cabalgata por las pampas.  Ciertamente si el Sr.  Darwin hubiera conocido en verdad el comportamiento del ave, no habría intentado deducir de ello un argumento a favor de su teoría del origen de las especies". Y continúa con este párrafo suprimido por Sclater:  "ya que una distorsión tan grande de la verdad habría dado a quienes se oponen a su libro, razones para considerar erróneas o exageradas otras afirmaciones que en él se hacen”.  A continuación cita el pasaje de Darwin que hemos reproducido más arriba, y concluye: “La atenta lectura del pasaje citado por alguien conocedor del ave y de sus hábitos lo puede inducir a creer que el autor ha alterado a propósito la verdad para probar su teoría; pero como las Researches   del Sr. Darwin fueron escritas mucho antes de concebir su teoría, y abundan en similares afirmaciones erróneas al tratar sobre este país, el error debe atribuirse a otras causas”.  Luego se refiere a los bosques marginales que en forma continua acompañan las costas del río de la Plata en los que habita este carpintero sin alejarse mucho de ellos. Por otro lado asegura que en las vastas regiones del sur y el oeste de Buenos Aires donde efectivamente no crecen árboles nunca vio a esta especie.

     Y continúa: “No es sólo el erróneo informe de su comportamiento lo que hace que la mención de Darwin sea particularmente desafortunada, sino que además esta ave introduce un argumento en contra de la veracidad de la hipótesis de Darwin”. Y Hudson destaca que dado que Darwin le atribuye la morfología de un carpintero típico, “es evidente, entonces, que la selección natural lo ha dejado sin cambios; y ¿no es razonable suponer que, si hubiera tal agente en la naturaleza, habría hecho algo para cambiar la especie colocada en una situación en la que está tan mal adaptada según su estructura y sus hábitos? Pero en verdad, la selección natural no ha hecho nada por nuestro Carpintero“.  Y pasa a explicar que sus colores no se apagaron, su fuerte voz no se atenuó con lo cual es más probable que llame la atención de sus enemigos al atravesar las zonas abiertas. Tampoco la selección natural lo dotó con el instinto de ocultarse como hacen otras aves de las pampas. Y si bien se posa en el suelo, nunca duerme allí, y tampoco anida en barrancos (aquí se equivocó Hudson como el mismo lo comprobó años después en el río Negro). Finalmente deduce que su inesperada presencia en las pampas se debe a la escasez de provisiones, a la búsqueda de árboles más propios para anidar [según Hudson, prefiere el ombú, aunque sabemos que no es un árbol autóctono de las pampas] y quizás a otras razones.

[NOTA: Los detalles sobre los manuscritos de Hudson están tomados de la obra “Las aves de la pampa perdida” que reproduce las cartas de Hudson a la Zoological Society revisadas por Tito Narosky y Diego Gallegos,  quienes cotejaron los manuscritos con la versión impresa]


     Darwin tuvo derecho a réplica en el mismo volumen de los Proceedings. Con fecha, 1º de noviembre de 1870 publicó “Note on the Habits of the Pampas Woodpecker (Colaptes campestris)” . Allí se defiende de la ligereza de que lo acusa Hudson ya que vio muchas de estos carpinteros en la Banda Oriental cuando era un ave muy común, y lo observó muchas veces viviendo en la llanura ondulada de Maldonado a muchas millas de los árboles. Confirmando su adaptación a vivir en el suelo por presentar los picos manchados de barro y las colas poco gastadas, por posarse atravesados en las ramas, aunque habiéndolos visto a veces en posición vertical.  A manera de excusa dice que cuando escribió esas notas no sabía nada sobre el trabajo de Azara que coincide con sus observaciones. Y para refutar a Hudson señala que en realidad el ave sí ha sido ligeramente modificada por la selección natural  porque sus patas son más largas, su pico no es tan recto y fuerte y sus plumas timoneras no son tan rígidas, lo que la hace más adaptable a una vida más terrestre. Y tomando la observación de Azara de que excava sus nidos en paredes de adobe o en las barrancas de arroyos, refuta otro de los argumentos de Hudson.

     Finalmente Darwin, nobleza obliga, reconoce su error pero deja a salvo su calidad de observador: “No tengo la más mínima duda de que las observaciones del Sr. Hudson son totalmente correctas, y que he cometido un error al afirmar que la especie nunca trepa a los árboles. Pero ¿no sería posible que esta especie pueda tener hábitos algo diferentes en distintas regiones, y que  tal vez yo no esté tan desacertado como supone el Sr. Hudson?”  Además rechaza  la velada sospecha  de Hudson de que pudo haber alterado la verdad para afirmar su teoría:   “El me exonera de ese cargo; pero no quisiera pensar que haya naturalistas que, sin ninguna evidencia, lleguen a acusar a un colega de decir deliberadamente una falsedad para probar su teoría”.

     Aparentemente Hudson no contestó a esta nota y dejó las cosas ahí. Como quiera que sea en la sexta edición de “El Origen...”, que generalmente se considera la última publicada en vida del autor, en febrero de 1872,  Darwin corrigió su texto: “Como puedo afirmar, no solo por mis propias observaciones, sino también por las del preciso Azara, en ciertas extensas regiones no trepa a los arboles, y anida en agujeros de barrancas. En ciertos otros distritos, sin embargo, este mismo carpintero, como afirma el Sr. Hudson, frecuenta árboles y perfora agujeros en los troncos para anidar“.

     También la descripción de Hudson en Argentine Ornithology, aunque quizás moderada por la pluma de Sclater, parece más conciliadora: “En Patagonia, donde encontré a esta ave criando en las barrancas del  Rio Negro, sus costumbres son tal cual dice Azara; pero en las pampas de Buenos Aires, donde las condiciones son diferentes, no habiendo barrancas o viejas paredes de adobe apropiadas para anidar, el ave recurre al gran ombú solitario, que tiene una madera muy blanda, y excava un agujero de 17 a 22 cm de profundidad (...) Esta reversión a un hábito ancestral, que (considerando la estructura modificada del ave) debe haber perdido en un período muy remoto de su historia, es extremadamente curiosa. Antiguamente este Carpintero era muy común en las  pampas. Recuerdo que cuando era un niño una colonia entera de ellos vivía en los ombúes cercanos a mi casa; ahora está casi extinguido, y uno puede pasar años en esas llanuras sin encontrarse con uno sólo de ellos”.



Busto de Hudson en el Museo Histórico Provincial G. E. Hudson  
Foto A. Mouchard



     Como bien hacen notar Narosky y Gallegos, llama la atención la vehemencia con la que Hudson cuestionaba a Darwin.  Por un lado se sabe que, siendo él un naturalista no profesional, tenía cierto rechazo por los zoólogos de carrera a quienes consideraba poco conocedores de la vida en la naturaleza. Hablando de la migración de las aves dice que son hechos que "ni los pueden conocer los naturalistas de gabinete que han edificado teorías sobre la migración, exceptuando a los que como yo han vivido largo tiempo en la intimidad con las aves". Por otro lado es sabido que Hudson no era partidario de la teoría de “El Origen de las Especies”. Su hermano Daniel le había traído de Inglaterra un ejemplar del libro, quizás uno de los primeros que llegó a la Argentina, y quedó sorprendido porque “un muchacho ignorante de las pampas, se atrevía a desaprobar la teoría evolucionista”.  Es posible que Hudson haya sido creacionista en sus comienzos porque incluso hasta sus últimos años asistía a los oficios religiosos dominicales en Inglaterra. Se resisitía a aceptar la teoría de Darwin porque le parecía inverosímil y porque  según cuenta en The Book of a Naturalist “no soportaba el abandono de una filosofía de vida (...) que no podía sostenerse lógicamente si Darwin estaba en lo cierto”.  Y en Una cierva en el Parque Richmond agrega: “¿Quién puede creer hoy que la piel nívea de invierno de la liebre y de la comadreja (...) se han obtenido por medio del principio darwiniano, la acumulación gradual y la herencia de una larga serie de pequeñas variaciones individuales (...) ?”. Pero finalmente Hudson tuvo que terminar aceptando las ideas evolucionistas: “inadvertidamente la nueva teoría me condujo  a  modificar  mis  viejas  ideas  religiosas  y  eventualmente  a  una  más clara  y  simple  filosofía  de  esta  vida”.  Pero su evolucionismo fue  más bien lamarckiano, ya que coincidía con Whillughby cuando éste decía que el color blanco de los pájaros y cuadrúpedos de las regiones árticas se debía  a la continua “intuición” de la nieve, es decir a un factor psíquico, similar a la “voluntad” que postulaba Lamarck como motor del cambio.

     Queda una duda que no pude desentrañar del todo. Como hemos visto, Darwin en su descargo dice  que cuando escribió sus notas sobre el carpintero campestre no sabía nada sobre el trabajo de Azara. Sin embargo algunos especialistas afirman que en su famoso viaje Darwin llevaba el libro de ese autor “Viaje a la America Meridional”, cuya edición francesa incluía en el tercer tomo los “Apuntamientos para la Historia Natural de las aves del Paraguay”.  De todas formas lo cita ampliamente tanto en el relato del su viaje como en “El Origen . . .”

     Volviendo al Carpintero contamos con numerosos testimonios de naturalistas que parecen coincidir con lo observado por Azara, que parece lo más certero, sin volcarse por ninguna de las posiciones extremas que inicialmente tomaron  Darwin y Hudson.

     William Blackstone Lee, estuvo en 1871-1872 en Entre Ríos, en las riberas del Ayorro Gato, cerca de  Gualeguaychú, y encontró que era bastante común, generalmente en campo abierto y a menudo saltando sobre el pasto en grupitos de 3 ó 4.

     Barrows, que anduvo por Concepción del Uruguay hacia 1879, halló su voz semejante al grito de alarma del pitotoy grande, pero tan fuerte que escuchado de cerca lastimaba el oído. Asegura que pasa mucho tiempo en el suelo por lo cual los picos de los ejemplares que cazó a menudo estaban sucios de barro. Le resultaron muy recios y difíciles de matar y una vez heridos mostraban “tantas puntas agudas como un halcón”. En zonas sin árboles, como Sierra de la Ventana los vio anidando en huecos de barrancas de arroyos.

     E. White, encontró que en Concepcion, Misiones, hacia 1881 eran “muy comunes habitantes del campo abierto, donde se los encuentra usualmente, ya sea sobre el suelo, o más comúnmente posados sobre un hormiguero, de 60 cm de altura (...) cuya punta están ocupados en picotear. Rara vez se posan en árboles, y nunca se los observa en los bosques”.



 Dibujo de Damaso Larrañaga

     Aplin recorrió la zona de San José, en Uruguay, donde frecuentaban las estancias con plantaciones de eucaliptos y acacias, árboles los primeros donde preferían taladrar sus nidos. Para evitar el daño a los árboles, cuya implantación para obtener sombra y refugio contra el viento era muy costosa, muchos estancieros mataban muchos carpinteros en primavera. Así en la estancia Santa Elena mataron quince durante el mes de octubre de 1892. Al igual que Azara vio que también hacían sus nidos en las paredes de adobe de ranchos abandonados. Dice que frecuentan los montes donde indudablemente encuentran sauces lo bastante grandes como para perforar allí sus nidos.

     En Paraguay,  a principios del s XX,   W. Foster lo cazó en campo abierto en los alrededores de Sapucay. Y Von Ihering cita que Colaptes campestris anida en termiteros y palmeras, mientras que la subespecie del sur anida en barrancas, termiteros y árboles  de madera blanda. Claude Grant que coleccionó aves en Riacho Ancho, Chaco, hacia 1909-1910, los vio  comiendo en el suelo en campo abierto, pero al asustarse volaban a refugiarse al bosque posándose en las ramas exteriores de los árboles.


     Goeldi dice que “evita la zona de las selvas, y visita,
Como mucho, matorrales pequeños y aislados (...) Era para mí toda una novedad un carpintero posado horizontalmente en una rama como las demás aves. Pero sabe trepar también como los otros carpinteros”.   Y cita a  Burmeister: “Lo vemos saltar, en pequeños grupos, alrededor de los árboles bajos y nos sorprende verlos a cada momento saltar al suelo y andar al paso. Aparte de eso, de vez en cuando, anda a la manera  de nuestro carpintero europeo”. 


     A manera de conclusión debemos destacar de Darwin su honestidad para reconocer su error ante un joven y poco conocido colega. Y, por parte de Hudson, su  vehemencia para no dejar pasar una afirmación incorrecta por parte de un científico  ya consagrado como Darwin.  




 Alex Mouchard


+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

REFERENCIAS

-Aplin, O. V. – 1894 – On the Birds of Uruguay – Ibis 22.
-Azara, F. de-(1802)- Apuntamientos para la Historia Natural de los Páxaros del Paraguay y del Río de la Plata. Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología. España. 1992. 
-Barrows,  W. B. – 1883 – Birds of the Lower Uruguay – Bulletin of the Nuttall Ornithological Club – v.8 - Cambridge
-Goeldi, E. A.-1894-Aves do Brasil.
-Hudson, G. E. – 1992- Aves de la Pampa Perdida. Asociación Ornitológica del Plata. 
-Hudson, G. E.-2011- Una cierva en el parque de Richmond –Buenos Aires Books. 
-Ihering, H. von –1898- As aves do estado de S. Paulo. Revista do     Museu Paulista, vol. III.
Jurado, A. -1988- Vida y obra de W. H. Hudson. Bs As. 
-Lee, W. B. 1873 - Ornithological Notes from the Argentine Republic.The Ibis 3:129. 
-Pickenhayn, J. O. – 1994. El sino paradójico de Guillermo Enrique Hudson. Corregidor. 
-Sclater, P.L .& Hudson, W.H. –1888- Argentine Ornithology. 
-Solari, H. y Monjeau, A. -2008-2009- La  presencia  de  Darwin  en William  Henry  Hudson.  Cuyo  25/26: 233-244 . 

miércoles, 11 de enero de 2012

EL AGUILA CORONADA (Buteogallus coronatus) Y UN DESDICHADO SABIO FRANCÉS



“Tu descanso geométrico procura
menguar la transparencia de la espera,
como si usases garras de madera,
como si encaneciese tu negrura,
las amnistías de la primavera,
es propiamente un banderín que altera
la aciaga ordenación de tu postura.
Ejecutante sobrio del venado,
imparcial asesino del enjuto
tigrillo y del lagarto novelero,
tormenta quieta, príncipe surcado
de miel abrupta, de granizo y luto,
escudriño en el verbo y te pondero.”

Carlos Villagra Marsal-
Preñado reposo del taguató apyratí-Ciertos pájaros (*)

     Muchas veces se cree que los antiguos ornitólogos de gabinete eran especialistas que poco conocían de la naturaleza más allá de los ejemplares muertos de los museos, que acomodaban cuidadosamente en cajones y vitrinas. Pero ese no es el caso de Louis Jean Pierre Vieillot (1748- 1831), quizás el más reconocido ornitólogo francés de su época, que describió 387 especies de aves, incluyendo, lo que es de mucho interés para nosotros, muchas de las aves descriptas por Azara. A estas aves les dio por primera vez una nomenclatura científica binomial, según el sistema de Linneo, ya que el naturalista aragonés fue reacio a usar nombres en latín.

     Vieillot tuvo una vida si no de aventura, por lo menos bastante movida y pudo conocer la fauna americana en forma directa. Desde su juventud vivió en la colonia francesa de  Santo Domingo, actual Haití, donde se dedicó al comercio y además a la colección de ejemplares. Pero en 1791 al producirse los primeros alzamientos de esclavos dirigidos por su caudillo François Dominique Toussaint-Louverture,  Vieillot tuvo que exiliarse en los Estados Unidos, donde recolectó material para una ornitología de las aves de Norteamérica. Posteriormente regresó a Francia, sufriendo durante el viaje la pérdida de su mujer y de sus tres hijas, víctimas de la fiebre amarilla. En Francia se dedicó a estudiar las colecciones del Museo de Paris y redactó sus más conocidas obras sobre ornitología. Vieillot fue uno de los primero ornitólogos en describir las variaciones del plumaje de las aves y en incluir datos obtenidos directamente de la naturaleza. Sus últimos años transcurrieron en Rouen, en extrema pobreza, ciego y prácticamente haciendo  una vida de ermitaño.


     Fue Vieillot  quien nominó para la ciencia a la especie que nos ocupa y a la cual, por considerarla muy próxima a la harpía, la designó  Harpyia coronata. El ave en cuestión era la que Azara había nombrado “Aguila Coronada”, debido a que a que “en lo alto del colodrillo nacen quatro plumas muy notables...verticales cuando quiere, y siempre algo levantadas.” El nombre que le daban los guaraníes, “Taguató hobí”, o sea “Aguilucho Azul”, parece menos apropiado ya que, según dice Azara,  “solo conviene al macho”.  Aparte de describirla minuciosamente, el naturalista español, aporta algún dato sobre la forma de vida de las que genéricamente llama águilas, incluyendo además de esta especie al águila mora (Geranoaetus melanoleucus)  y al aguilucho alas largas (Buteo albicaudatus). Refiere que su aspecto es tranquilo y fiero, pero de instinto tan estúpido que apenas conocen el peligro y se dejan matar con facilidad. Van muchas veces en pareja y cantan unos silbidos agudos y lamentables que se oyen de lejos. No bajan al suelo sino para cazar y se pasan horas posadas en los árboles mas altos del campo y de las orillas de los bosques. Para cazar se dejan caer desde su percha o bien se remontan batiendo lentamente las alas y se dejan caer a plomo con las alas plegadas y produciendo tal ruido que aterrorizan a la presa. Acuden a los campos quemados para atrapar víboras, pájaros, mamíferos y hasta insectos. Así capturan inambúes, gallinas, cuises, e incluso corderitos y crías de venado. Llevan a la presa a los árboles donde las comen, engullendo hasta huesos y plumas. Acuden a los cadáveres frescos donde los jotes le ceden lugar con respeto.


     El holandés Temminck, que tanto discutió con Vieillot sobre la nomenclatura de las aves,  copió los conceptos de Azara  sin agregar nada nuevo, salvo una bella lámina del ave adulta.



Temminck, K -1823 – Nouv. Rec. Pl. Col. 40, pl.   234.

     
     A comienzos del siglo XIX, cerca de Carmen de Patagones, el naturalista francés Alcides d’Orbigny logró cazar un ejemplar: “Maté un hermoso macho de águila coronada, única ave de presa que come al zorrino, cuya hediondez pone en fuga hasta el más hambriento de los carnívoros”. Hoy nos parecería un sacrilegio matar un ejemplar de esta hermosa águila, pero piensen que en aquella época era apenas conocida y la única forma de estudiarla era mandar ejemplares a los museos, donde estaban los medios y los expertos para hacerlo. William Hudson duda sobre esta observación de d’Orbigny, principalmente porque éste no aclara de dónde obtuvo la información. Hudson conoció al águila coronada en el mismo lugar, posando en los altos sauces de la ribera del río Negro, y observó que muchas águilas de distintas especies que cazó en la Patagonia  tenían el olor rancio del zorrino en el plumaje lo que revela que efectivamente lo atacan, pero eso no significa que logren cazarlo, porque de concretar el ataque recibirían seguramente la descarga pestífera y optarían por dejarlo. Creo que Hudson no tomó en cuenta que el olfato de la mayoría de las aves parece ser bastante pobre y seguramente no serían  afectadas de la misma forma que un mamífero. Sin embargo, agrega un buen argumento y es que si los ataques fueran tan efectivos el zorrino no sería tan abundante y confiado como lo era en esa época.  Von Ihering que la capturó en Rio Grande do Sul, o sea en un ambiente totalmente distinto,  coincide con d’Orbigny afirmando que caza zorrinos pese al olor que éstos despiden.



     El barón Nöel Frédéric Armand André de Lafresnaye, un aristócrata ornitólogo francés que clasificó la colección de d’Orbigny, señaló que esta especie fue colocada por los ornitólogos en diferentes géneros. En efecto Azara y Temminck la consideraron un águila, pero Cuvier y d’Orbigny la ubicaron junto a las águilas culebreras africanas en el género Circaetus, y Vieillot, como ya vimos, entre las harpías. Acertadamente dedujo que  eso ocurrió porque no encajaba bien en ninguno de esos géneros, y por eso le creó un género especial: Harpyhaliaetus.  La consideraba un ave de transición con las alas, la cola y las patas desnudas de las águilas, el copete y el color de las harpías, y los tarsos y dedos reticulados de los Circaetus. El nombre genérico también hace referencia a su proximidad con las águilas pescadoras del género Haliaetus. Hoy en día todas esas aves se ubican en diferentes subfamilias de la familia Accipitridae lo que indica que sus semejanzas posiblemente se deben más a analogías que a homologías. Salvin y Godman la consideraron también una transición entre las harpías y los buteos. Y citan su habilidad para cazar armadillos a los que levantan con sus garras y los dejan caer desde cierta altura para matarlos.


     En este tema, hay que considerar cómo eran los sistemas de clasificación de la época. Cuvier clasificaba a las rapaces diurnas en dos grupos: los buitres y las falcónidas. Y a estas últimas en nobles e innobles según su aptitud para ser utilizadas en cetrería, con lo cual vemos que se mezclaban en forma arbitraria criterios de clasificación completamente disimiles entre sí: biológicos y culturales.  Para este autor, el águila coronada vendría a estar ubicada en el grupo de las innobles y muy cerca de la Harpyia, la “Gran Harpía de América, que posee tal fuerza en su pico que es capaz de partir el cráneo de un hombre” (!).



 Kothe, K. – 1912-Ornithologische Monatsberichte 20:1.


     En 1871 llegó a Buenos Aires el inglés William Blackstone Lee alojándose  en el Hotel de la Paix donde en esa época solían residir los viajeros del exterior.  Su destino original era Entre Ríos pero debido al levantamiento del general Ricardo López Jordán contra Urquiza que terminó con el asesinato de éste, Lee aceptó la propuesta de dos caballeros que se alojaban en el mismo hotel, para dirigirse a su estancia en Fraile Muerto, cerca del actual Bell Ville en Córdoba. Allí se encontró con un paisaje lleno de aves, los campos plenos de ñandúes y ciervos de las pampas, pumas y algún que otro yaguareté.  En ese lugar tuvo la oportunidad de comprobar la impresionante bravura del águila coronada. Parece ser  que un águila hembra se hallaba comiendo del cadáver de una oveja cuando un  amigo de Lee le disparó sin llegar a matarla. Cuando se acercaron el ave se defendía con tanta ferocidad que tuvieron que golpearla con una rama para hacerla caer de espaldas y allí la aseguraron cruzándole la rama sobre el pecho y sosteniéndola con un pie de cada lado. Allí se sorprendieron por la fuerza  de su agarre y por el coraje con que, elevando la cresta levantada, golpeaba todo lo que estuviera a su alcance.

     Hudson también nos cuenta que en 1863 Edward Wallace Goodlake  llevó un ejemplar de esta águila de la Argentina al Jardín de la Zoological Society. Este ejemplar todavía seguía figurando en los registros de la sociedad en el año 1883, es decir habría alcanzado una longevidad de por lo menos 20 años.


 

 

Eduardo Haene (2020) en Bañados de los Pantanos (La Rioja),  un caserío  al sur del Salar de Pipanaco, registró para esta especie el nombre “águila simbuda ...  por las simbas o trenzas que parece desplegar detrás de la nuca".

 

Haene, E. 2020. El llamado del algarrobo. Aves argentinas 58:32.

 


Alex Mouchard

(*) Aunque esta poesía está dedicada al taguató apyratí, o sea el águila crestuda real, Spizaetus ornatus, la transcribo por hallarla aplicable también al águila coronada.

]

REFERENCIAS

-Azara, F de -(1802)- Apuntamientos para la Historia Natural de los Páxaros del Paraguay y del Río de la Plata. Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología. España. 1992.
-Cuvier, G –1833– The animal Kingdom, N. York
-d’Orbigny, CD -(1835-1847)- Viaje por América Meridional – Emecé – Bs: Aires, 1999.
-Lafresnaye, NF -1842– Révue de Zoologie 5:173.
-Lee, WB –1872– Ibis p. 536
- Salvin,  O  & Godman,  FD -1897-1904- Biología Centrali-Americana –Aves.
-Sclater, PL & Hudson, WH –1888- Argentine Ornithology
-Temminck, K -1823– Nouv. Rec. Pl. Col. 40, pl.   234.
-von Ihering, H –1898- As aves do estado de S. Paulo. Revista do Museu Paulista, vol. III.

viernes, 6 de enero de 2012

EL PADRE DAVID: La selva asiática le cambió los hábitos





"Es realmente una pena que la educación del ser humano no se haya desarrollado a tiempo para salvar la irremediable destrucción de tantas especies que el Creador colocó en nuestra Tierra para vivir junto al hombre."

Jean Pierre Armand David - Fox, Abbé David’s Diary.


Hubo un hombre que fue sacerdote, naturalista nato con amplios conocimientos sobre zoología, botánica y  geología, con gran espíritu de explorador, algo temerario y protagonista de una vida no desprovista de algunas excentricidades. El destino lo llevó a recalar en Pekín, ya de por sí un destino no de los más habituales para un sacerdote católico y francoparlante. A poco de llegar deja su actividad sacerdotal de lado y se dedica por muchos años y con gran ahínco  al estudio de la extrañas especies de la fauna y flora que encuentra en China y otros destinos dentro de Asia.









De China Sparks reproducida en PÈRE JEAN PIERRE ARMAND DAVID CM por
Bernard Scott CM

Jean Pièrre Armand David fue su nombre y nació en el extremo sur de Francia, en el poblado de Espelette, en los Pirineos franceses, durante el mes de septiembre del año 1826. A la usanza de la época como mejor alternativa para una vida “digna” los padres lo inducen a ser sacerdote e ingresa a la Congregación de las Misiones, fundada por San Vicente de Paul, por los que sus miembros se los llama paúles o vicentinos.

Según testimonios, Jean Pierre manifestó desde la niñez cierta curiosidad por la naturaleza, pero esto no influyó en la decisión de sus padres de orientarlo hacia la teología. Estos pertenecían a una familia acomodada, el padre era magistrado y médico y por lo que se narra también tenía afición por la biología y sus criaturas, lo que probablemente trasmitió a su hijo Jean Pierre.


En 1848 ingresa al seminario de la nombrada congregación y fue ordenado sacerdote en 1862 (se menciona también el año 1850). Inmediatamente parte hacia su primer destino evangelizador, que como dijimos fue Pekín.


Según algunos testimonios ya era conocida la capacidad del sacerdote para investigar las ciencias naturales y ni bien se lo envía a misionar al gran país asiático él, apoyado con mucho entusiasmo por parte de científicos eminentes, solicitó que le permitan dedicarse a colectar especimenes vegetales, animales y minerales para ser remitidos, en principio, al  Musée d'Histoire Naturelle en París, lo que le fue concedido sin demasiadas objeciones, como si fuera prácticamente una actividad muy similar al sacerdocio.

Ayudado por una personalidad apacible y carismática fue bienvenido por los orientales, cosa que no siempre ocurría, pero los dotes del Padre David como se lo comenzará a llamar hicieron posible esta aceptación. Según testimonios sus obras inspiradoras habrían sido las de Marco Polo (1254-1324), las del zoólogo Robert Swinhoe (1836-1877)  y la monumental obra Description géographique, historique, chronologique, politique et physique de l'Empire de la Chine et de la Tartarie chinoise” (Paris, 1735, 4 vols.) del jesuita también vasco Jean-Baptiste Duhalde (1674-1743).

La zoología tal ver haya sido la rama de las ciencias naturales que más dominó, pero era erudito también en botánica, mineralogía y geología. Esto es también una característica de la época dado que las ramas de las ciencias no tenían tanto contenido como para dedicarse a una sola de ellas.
De los viajes realizados durante su primera época se destaca el  de Pekín y sus amplios alrededores, donde obtendrá colecciones zoológicas y botánicas muy interesantes y las enviará a París. Así empieza su actividad de hábil captor de  información relacionada con las rarezas naturales de la región. En ese terreno Jean Pierre actuó como un verdadero agente de información no solo  de sus investigados sino que se las ingeniaba para enviar también los cuerpos de animales, piedras y hasta pequeños árboles. Los envíos de padre David fueron famosos por su cantidad y calidad. Ya en Europa no sólo le demandaban cosas del museo de París sino que comenzó a recibir pedidos de otros museos del mundo.
En  marzo de 1866 parte en la que se supone su segunda gran expedición a Mongolia, cargado de tantos elementos para su trabajo como naturalista, su ropa  para frío, su elementos para la liturgia sacerdotal, que no abandonaba casi nunca, y demás enseres que le hicieron muy difícil avanzar en su camino y de esta tierra sólo colecta especimenes vegetales y casi ningún animal. Narra en sus memorias  que cargaba con "todo lo indispensable para capturar y asegurar objetos de historia natural, todo lo necesario para la taxidermia y los especimenes de herbario, cajas de todos los tamaños, botellas vacías, etc... y no hay que decir que no he olvidado mis pertenencias eclesiásticas"… O sea viajaba mayormente sólo, cosa que también es llamativa, dado que casi todos los naturalistas llevaban baqueanos y porteadores que le llevaban sus equipajes, incrementados día a día por los múltiples hallazgos. La tercera larga expedición la encara hacia el Tíbet, cruzando China de norte a sur, donde tolerará el agotamiento, la sed  y el  hambre.

Pero, tanto hacer mención de las recolecciones del sacerdote vicentino, el lector puede ya experimentar curiosidad por saber que tipo de animales y plantas descubría y  remitía a su Francia natal.
Hay que ir despacio. Descubrió y describió para la ciencia- aunque no se lo consideró su autor-  en 1869 nada más y nada menos que al oso panda (Ailuropoda melanoleuca), casi el emblema mundial de la fauna, animal que despierta tanta ternura entre la gente que los científicos siempre encontraron múltiples apoyos de todo el mundo para sus ensayos de reproducción en cautiverio, inseminación artificial y todo las posibilidades que la ciencia disponía para salvar a la especie que llegó a estar en peligro de extinción extremo. Aún se duda si al panda ha de incluírselo definitivamente en la familia Ursidae del orden Carnivora, aunque los últimos estudios cladísticos aseveran esta última postura emparentándolo cercanamente el oso de anteojos sudamericano (Tremarctos ornatos), por el contrario a su pariente este es un ignoto oso que vive en las selvas de montaña de Sudamérica. El ejemplar que vio el padre David le fue acercado por un cazador que podría habr sido parte de su equipo, o bien un circunstancial  extraño que encuentra  dos rarezas  juntas: el oso panda y un naturalista que había escuchado hablar de este animal y quería encontrarlo.



Brehm, A.E. - Life of animals : Volume 1, Mammalia / Marquis & Co –Chicago 1895



Otro curioso descubrimiento fue el  milú o ciervo chino (Elaphurus davidianus ) – hoy conocido como ciervo del padre David- que estaba ya  extinguido en estado silvestre y  su descubrimiento por parte de David hizo que se conociera la especie y abandonara la situación de semicautiverio en la que se encontraba. Resulta que este sacerdote naturalista descubre en los jardines imperiales amurallados por doquier, en las afueras de Beijing, una especie de ciervo que llamó su atención y decidió enviar un ejemplar a Europa más precisamente al Musée d'Histoire Naturelle de París (supuestamente este primer ejemplar lo obtuvo de forma “non sancta”).


Mas tarde, el Padre David y otros lograron que el emperador enviara unos pocos ejemplares a zoológicos europeos y en 1869 llegaron dos a la Royal Zoological Society de Londres, que en 1883, compró dos más. Por otra parte, el duque de Bedford, entusiasta zoólogo, creyó que los ciervos se encontrarían bien en su propiedad de Woburn Abbey, a unos 70 km al noroeste de Londres y logró de a poco comprar dieciocho ejemplares para instalarlos en unas 1.500 ha, donde se reprodujeron con éxito y llegaron a constituir una importante manada. 

Actualmente se han reintroducido planteles en su supuesto lugar de origen al este de China, dado que cuando fueron encontrados en el Parque Imperial ya no existían en estado silvestre. Actualmente hay manadas en diversasas partes del mundo. Fue el naturalista Milne Edwards quien describió a este ciervo en 1865, poniéndole el nombre científico que perduró hasta hoy y que recuerda en su epíteto específico al inquieto padre David.



Milne Edwards, A – CR Acad Sci Paris 62:1091,1866

Luego el padre David siguió dando sorpresas a los zoólogos descubriendo la ardilla voladora (Pteromys alborufus), el mono tibetano (Macacus thibetanus,  al que también se lo ubica en el género Macaca) y el vistoso mono de color amarillento con el  rostro  verde-azulado, llamado mono dorado o rinopiteco (Rhinopithecus roxellanae). Las huellas de esta última especie según algunos especialistas, incluido el propio padre David, podrían ser las que se interpretan como del mítico “yeti o abominable hombre de las nieves”.

En total se registran como sus descubrimientos unas 65 especies de pájaros y otras 63 especies entre mamíferos, reptiles, batracios y peces. Por supuesto que no faltaron varias decenas de plantas, insectos y otros invertebrados.

También presentó muchos de sus hallazgos en el Congreso Internacional de Científicos Católicos de París, realizado en 1888, un acontecimiento que pareciera atemperar la conocida "antipatía" de la Iglesia con la ciencia.

Hacia 1870 el padre David estaba nuevamente en Europa recuperándose de una enfermedad. Y el destino quiso que el la casa de su amigo el marqués Giacomo Doria, en Italia, tuviera la ocasión de leer el libro “Sobre el origen de las especies” de Charles  Darwin publicado en 1859. En 1872 , de vuelta a China, halló 40 especies de faisanes, endémicas en su mayoría. Siguiendo a Darwin, también el padre David escribió que probablemente el faisán común, una vez establecido en la zona, se había adaptado dando lugar a nuevas especies y géneros. Sus ideas evolucionistas, sorprendentemente, no le causarían ningún problema con la Iglesia según afirman algunos biógrafos ultra católicos y por lo tanto no demasiado imparciales.

Los hallazgos del Padre David no sólo aportaron muchísimo a la taxonomía sino que también a la biogeografía. Varias especies llevan su nombre en la nomenclatura científica, en el caso de los vegetales uno de los más conocidos en oriente es el árbol de las palomas (Davidia involucrata) y también, entre otras muchas plantas, Buddleja davidii  y Davidia involucrata, nombradas en su honor.

Después de haberse instalado de vuelta en Europa, realizó sus últimos dos viajes exploratorios, uno a Túnez, en 1881,  y el otro a Estambul, en 1883. Murió el 10 de noviembre de 1900 en París.

En 1875 publicó la Editorial Hachette en dos grandes volúmenes, el "Diario de su tercer viaje de exploración en el imperio chino." Dos años más tarde, publicó una obra maestra de la avifauna china "Los pájaros de China."
Jean Pièrre Armand David, el sacerdote de Ezpeleta del siglo XIX y padre del panda gigante, fue uno de los más grandes científicos que ha dado la tierra vasca y un precursor en la aceptación inmediata del evolucionismo, que los propios franceses no aprobaron hasta muchos años después.

Dejó una copiosa bibliografía. Además de los mencionados textos que publicó Hachette mencionamos las indicadas en el sitio de Internet

 http://www.euskomedia.org/aunamendi/27735/133965:

“Publicó trabajos sobre observaciones naturales en los Nouvelles Archives du Muséum (1867-74) y los Comptes Rendus des Séances de l'Académie des Sciences de Paris (1872). A continuación anotaremos sus libros más importantes: (1875) Journal de mon troisième voyage dans l'empire chinois. Paris: Librairie Hachette et Cie; (1877) Les oiseaux de la Chine, en colaboración con M. E. Oustalet ; (1888) Notice sur quelques services rendus aux sciences naturelles par les missionnaires de l'Extrême-Orient. Lyon: Imp. Mougin-Rusand; Altonaga, 2001: 235, ofrece una relación de su obras impresas”.

Bibliografía sobre vida y sus aportes a la ciencia



                                          Gabriel Omar  Rodríguez

EL VENCEJO DE COLLAR (Streptoprocne zonaris), EL PREDICADOR Y LAS FANTÁSTICAS GOWRIES

    Este huésped del verano, el pequeño vencejo que vive en los templos, testimonia aquí, junto a su amada mansión, que el aliento del cie...